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lunes, 14 de julio de 2014

Infatigable trotamundos enamorado de nuestro país



Por Lic. Marisol Palacios

 
Luego de recorrer casi todo el mundo, Claudio Zantedeschi llegó a Paraguay en 2006 y eligió un paradisíaco rincón de Chaco’i para su hogar. Pero esas mismas aguas, que lo invitaron a quedarse, hoy lo vuelven a empujar a seguir su estela por los mares. 



Instalado en Chaco'i, Claudio Zantedeschi construyó poco a poco y con sus propias manos su bote, su único medio de transporte en medio de la crecida, y su barco orlado con los colores patrios, con el que piensa cruzar el Atlántico y regresar a Italia, su tierra natal. / ABC Color
 
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Desde el vehículo, al cruzar el puente Remanso, las aguas del río Paraguay son de un gris acerado oscuro, el color de un día nublado, a pesar de que, afortunadamente, el sol brilla con todo su fulgor. Cuando llegamos a Chaco’i, nuestro destino final, el agua, notablemente, se vuelve tan trasparente y brillante que hasta podemos ver hierbas y pequeñas flores como en un acuario.

Y allí, en medio de ese paraíso chaqueño, hoy con las aguas borrando la playa, el italiano Claudio Zantedeschi (62) transcurre sus días desde hace ocho años. Llegó a Paraguay en 2006, luego de recorrer prácticamente todo el mundo. “El dólar tenía muy buen precio y decidí quedarme. Los elementos para construir un nuevo barco tenían bajo precio”, recuerda.

Pero… ¿cómo un italiano, nacido en Vicenza vino a parar a Chaco’i? Tenemos que remontarnos a su febril y aventurera adolescencia. Y comienza a contarnos su historia con un “latino moderno”, según él. Una mezcla de italiano, dialecto veneciano y portugués. “Pero todo el mundo me comprende”, dice, divertido.

Con solo 17 años dejó sus estudios para realizar el servicio militar, “que entonces era obligatorio y duraba 15 meses”. Ni bien egresó, fue a Roma, donde trabajó en soldadura. Con un amigo, Tony Negri, viajó a India “y juntó un poco de dinero”. De vuelta a Roma, viajó a Laos para liberar al hijo de un amigo de la prisión. En esa época, Zantedeschi pensaba migrar a Australia, pero encontró un trabajo en Libia como soldador. Y, entonces, comenzó su periplo por Libia, Camerún, Somalia, Yemen del Norte y Sinaí, donde trabajó para las Naciones Unidas durante tres años. “Con el dinero que gané me compré un barco y pude ahorrar un poco, y es con lo que me mantengo hasta hoy”, revela.

Y ese fue el principio de una travesía que duraría, prácticamente, toda su vida. Comenzó a recorrer el mundo desde 1973. “Viajé a Indochina, Afganistán, Irán, en barco, bus, como sea. Luego llegué a África, en donde trabajé desde el 75 hasta el 87, cuando comencé a navegar. “Navegué 17 años; primero por el Mediterráneo, y luego por el Atlántico, que crucé tres veces”.

Viajó hasta Ghana, donde vivió aproximadamente un año. “No lo recuerdo bien. Ahí tenía una mujer, hijos, todo”. Pero a ella no le gustaba la idea de navegar. “Entonces me fui”, señala. Fue a Togo, en cuyo puerto encontró a un americano, dueño de un pequeño astillero, y a un francés que lo ayudaron a preparar el barco para zarpar. “Fue mi primera travesía en el Atlántico”, recuerda.

Narra que recorrió Islas Canarias, Dakar y regresó a Ghana a inicios del 93. Luego de seis meses, intentó zarpar de nuevo, pero los vientos le jugaron en contra y dañaron el barco. “Me quedé allí un año”, indica. Ni bien pudo, navegó a Puerto Príncipe y a Santo Tomé. Luego de un mes, un paisano le planteó ir a Salvador, Bahía (Brasil). “Acepté con la condición de que me pague las provisiones”. Con el viento a su favor, fueron a Nueva Guinea. En 10 días llegaron a la isla Ascensión y dos semanas después a Salvador. “Estuve un año, hasta julio del 95 cuando regresé a Dakar con el mismo barco”.

Pero tuvo que volar a Ghana, “porque tenía cosas que arreglar”. Luego de regresar, fue en barco a Cabo Verde, Fernando de Noronha y Recife, Brasil. En una isla brasileña encontró nuevamente el amor. “Y formé pareja. Entretanto, dejé el barco y regresé a Italia, mi madre no estaba muy bien de salud. Regresé al Brasil tres meses después”. Y comenzó a alistar el barco para ir al Caribe; quería conocer Panamá, pero naufragó en Fortaleza.

Sin embargo, esto no lo detuvo. Ni bien reparó la embarcación, fue a Trinidad y Tobago por tres meses. Fue a Curaçao y llegó a Panamá. “Mi pareja se embarazó y ese año se presentó el fenómeno del Niño en el Pacífico, con mucha lluvia y poco viento. Trabajé allí dos años; además, había una buena atención médica para los niños”.

Mientras, con unos amigos llevaron otro barco, bordeando Guatemala, Jamaica, Haití y Trinidad, “para ganar dinero”. En el 2000 logró remontar su embarcación y fue por el Pacífico hasta la isla Las Perlas; una bahía muy profunda de Panamá. “Allí esperé a que mejorara el tiempo para bajar hasta Ecuador, ya en abril de 2001”.

Siguió navegando y, luego de 30 días, llegó a Fatu Hiva, en el archipiélago de Las Islas Marquesas, luego a Nuku Hiva, donde se quedó un año, de los cuales, tres meses trabajó como carpintero y soldador para Discovery Channel. “Pero mi hija se enfermó; descubrieron que tenía un solo riñón y para colmo infectado y necesitaba una operación; ya se me había muerto otra hija y me asusté mucho, por lo que fuimos a Tahití para tratarla y se curó, gracias a Dios”.

De ahí fue a Bora Bora por dos años. Siguió su recorrido hasta Apia, al oeste de Samoa, Fiyi, Vanuatu y Nueva Caledonia, ya en 2004. “Pasada la temporada de ciclones, viajé con un alemán a Nueva Zelanda y, cuando regresé, decidí vender mi barco a una pareja francesa; ya tenía 23 años y algunas averías”. Pero su compañera, luego de ocho años de navegación, se cansó y decidió regresar a Bahía. Zantedeschi fue en avión a Australia por un mes a comprar un nuevo barco, con el cual navegó hasta Indonesia, Darwin, donde solo le dieron visa por 15 días.

Entonces, decidió venir a conocer el Cono Sur, porque sabía que muchos italianos habían emigrado a la Argentina. Llegó a Buenos Aires, en 2005. “Me gustó América del Sur. Recorrí Chile, Puerto Mont, Mendoza, Bariloche. El área andina me encantó por el clima, por todo. Y luego fui a Bolivia; viajé por seis meses en bus o en cualquier medio que podía. Llegué a Santa Cruz y de ahí vine a Paraguay”.

Antes se había informado y vio que sus aguas eran navegables, porque su idea al venir al Cono Sur era construir un barco. “Porque sin barco yo no estoy bien”, asegura. Llegó aquí el 25 de febrero del 2006. “Era como estar en Sicilia o en España. La gente es como en Europa”.

Relata que conoció al hijo de Hugo González, un excomandante de la Marina, quien se ofreció a ayudarlo a encontrar a alguien para construir el barco. “Después de cuatro meses, encontré un lugar donde establecerme. Alquilé una piecita y a partir de un plano comencé a construir el barco”. Todo el mundo le decía que le tomaría cinco años, pero la estructura le llevó solo un año, tras lo cual fue a Bolivia a descansar dos meses. En 2007 viajó a Italia por siete semanas. “Fue la última vez que fui. Al regresar, comencé a trabajar nuevamente en el barco. El mástil me llevó cuatro meses”.

Zantedeschi destaca que en Chaco’i vive muy bien, “a pesar de los mosquitos”. Hasta tuvo una novia por cuatro años. “Pero la relación terminó cuando me pidió ir a vivir a Formosa. ¿Qué iba a hacer yo allí?”.
Y así, poco a poco está terminando su barco. “El año pasado la naturaleza se portó bien; ahora, lastimosamente, está lleno de agua. Acá hay paz, tranquilidad, una quietud maravillosa; las aves, la naturaleza me encantan: es un paraíso. Y la gente es muy buena y honesta. Aquí también conocí al señor Luis Guanes (en cuya propiedad está el barco)”.

Zantedeschi calcula que si el río sigue creciendo podrá sacar el barco, porque prácticamente está terminado. “Tengo 63 años y, además de Italia, este ha sido el lugar en que más tiempo he vivido y me gusta el Paraguay; acá me siento bien, hasta voy al Mercado 4”, cuenta.

Pero para poder viajar debe esperar un año. Si bien, asegura que la estructura está bien, hay cosas que necesitan tiempo. “Más adelante quiero ir a quedarme frente al Mbiguá; hacer una vela al barco y bajar por el río Paraná y luego a Cerrito. Me dijeron que es un lindo lugar y después a Buenos Aires para comprar algunas cosas, y de allí, a África”.

¿Piensa regresar a Paraguay?, preguntamos. “Si puedo, volveré, porque este país es mágico. Yo llevo una vida espartana, con tres o cuatro panes soy feliz”, responde y añade que con música clásica y un libro, Chaco’i es un paraíso. “Pero no sé, porque a mi edad solo se puede hacer planes de aquí a cuatro meses”, dice casi con nostalgia.

Llega la hora en que debemos retornar a Asunción, pero antes de partir, visitamos el barco. Realmente, ha hecho un buen trabajo. Está casi listo para emprender nuevas aventuras con su capitán.



mpalacios@abc.com.py

Fotos ABC Color/Gustavo Báez/Heber Carballo.
Fuente: ABC
 

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