Aquí “no hay nada” que ver...hay mucho que sentir!

Aquí “no hay nada” que ver


by ruben posted abril 14, 2014 category Lugares, Paraguay   



Del 10 al 29 de marzo // Temperatura: de 18º a 34º // Calor, lluvia, nubes y claros… claro.

Entre viajeros se dice, se rumorea, se comenta… que en Paraguay no hay nada que ver. Al parecer, no hay ningún “imperdible” que llevarse a la cámara. Pregunta por ahí, pregunta: ¿qué hay en Paraguay? Nadie sabe nada. Puestos a ser sinceros, en nuestra ruta inicial nunca estuvo en la lista. Ni cerca. Íbamos a rodear este país como si quemara… y es que, en Paraguay… “no hay nada que ver”.




 


Y tú… estando en Dubai ajeno a todo, menos “a lo que le rodea a Paraguay”, recibes un mail de una tal Mónica. Una periodista del abc color que después de ver “El síndrome del eterno viajero” se interesa por tu historia y quiere contarla. Tú, respondes en el menor tiempo posible a la vez que te vas a Argentina desconociendo los efectos secundarios y “daños colaterales” que la entrevista traerá consigo.

El 9 de febrero sale el dominical del abc con tu cara, tu historia y tus fotos en tres páginas a todo color. Eso hace que en menos de dos días, tengas 200 amigos nuevos en Facebook y recibas un considerable número de mensajes invitándote a conocer el país… y sus casas. Es tanto el calor que hay en esas palabras… tan abrumadora la sensación de cariño… tan sincera la forma y el fondo… que intentas leer y “corresponder” a todos de igual manera. Entre todos los mensajes, te llama la atención el mail de un tal Rubén (vaya casualidad) que te invita a su casa de San José de los Arroyos sin conocerte de nada. Llegados a este punto, tienes que modificar tu ruta y cambiar Chile por Paraguay sin pestañear: “Vamos a ver qué es lo que pasa en Paraguay… todo esto es muy raro”

Nota: Bueno vale, también influye que venías de gastarte un dineral en Nueva Zelanda, Australia, Dubai y que Argentina, no está resultando una fuente de ahorro, la verdad.

 


 


Cierto, en Paraguay… “no hay mucho que ver” sobre todo, si tenemos en cuenta que (las comparaciones son odiosas pero inevitables) es un país que está entre las Cataratas de Iguazú (que por cierto les pertenecían hasta 1860), el Salar de Uyuni en Bolivia, el desierto de Atacama en Chile, Jujuy y Salta en Argentina, etc… Es decir, están rodeados y sin derecho a réplica. Y tú, ajeno a todo esto, llegas a San José de los Arroyos sin saber muy bien dónde vas ni qué hay allí. Te encuentras con un pueblo en el que reina la tranquilidad. Un pueblo teñido por el rojo y verde de sus calles. Un pueblo de esos en los que todo el mundo se conoce. Resulta que Rubén y su mujer Lucía (otra casualidad) se llevan 10 años entre sí (pero bueno… ¿esto es una broma?) y tienen dos hijos: Benjamín y Ximena (ah… vale). Pasas tres días increíbles en los que esta familia te da más de lo que tiene sin pestañear. Te abruma tanta atención recibida a la vez que te preguntas “por qué la mereces”. Vivir con ellos, es otra de esas experiencias que recordar. Entre otras muchas cosas, hacéis sopa paraguaya a mano, aprendéis algo de Guaraní y vais a la Cabaña Itakuá. Al irte, caen varias lágrimas y un “se van porque quieren” que te rompe el corazón. En San José dejas algo… y te llevas mucho.







 
Decides hacer autoestop con tu cartel hand made en el que reza un sencillo y escueto “ASUNCIÓN”. En menos de 5 minutos, para un camión conducido por Umberto. Te cuenta mil y una historias. Para a por hielo para su tereré y a por chipas. Hablando de esto y aquello, pasáis cerca del lago Ypacaraí e improvisáis una parada de emergencia ya que “nadie te espera” en Asunción (no has podido avisar a Mónica porque no has encontrado ni un rayo de wi-fi en cinco días). Umberto te dice que andes un par de calles y cojas un bus que te llevará a San Bernardino donde reside el lago. Te diriges hacia allí pero te desvías a por fruta en una pequeña tienda y una señora de nombre Linda te dice:

- No sois de por aquí… ¿qué soléis hacer para comer?
- A veces cocinamos… comemos por la calle…
- Venid a casa, os invito a comer.

Antes de que te des cuenta, no sólo tienes un zumo de acerola en la mano sino que Linda está llamando a un amigo para que le deje su casa en “Sanber” donde “puedo ir con mi hija Gina y unos amigos viajeros a pasar el día”. Allí, rodeado de avestruces y bañándote en la piscina te preguntas “¿qué pasa en Paraguay con la gente?”




 


Al día siguiente, después de ver el lago, te diriges a Asunción y llegas con más de una hora de retraso. Mónica, que te estaba esperando, te recibe con una sonrisa más que amplia. A partir de aquí, se abre una nueva dimensión. Conocéis a Mabel y a su hija Anabella que, sin ningún tipo de miramientos y a sonrisa armada, te roba el corazón. Vais de un lado para otro, os quedáis en su casa una noche, su familia os prepara un asado, véis un partido de fútbol…







 
Y en medio de todo esto, estáis invitados a pasar tres días con las hermanas del Convento San José de Cluny donde día tras día intentan sacar niños de la calle llevándolos a su comedor social y sus clases de apoyo. Te enseñan su dura labor y te miman sin parar. Al irte, te dan un pack de despedida: rosario, estampita, empanadas, zumo y antimosquitos… ¿Qué puedes decir?




 


Mientras tanto, te hacen una nueva entrevista en abc digital y Susana (otra chica que te escribió un mensaje por Facebook) y su novio, te invitan a cenar. Sin entender muy bien qué está pasando, Mónica ya os ha encontrado “hogar” en El Chaco y además, pide vacaciones en el periódico y se viene con vosotros. Decidís hacer autoestop “de a tres” (algo en teoría bastante complicado pero que conseguís sin excesivos problemas). En El Chaco os esperan Karin, Esteban y su hija Emma. Con ellos estás casi una semana compartiendo asado, curiosidades sobre la colonia mennonita, anécdotas de tu viaje, chipas, cervezas y descontrolados saltos en su cama elástica.






 

“La noche” de la despedida en la que te vas a Bolivia es también desconcertante porque, aunque el bus pasa a 25 kilómetros de su casa a eso de la 01:30 de la mañana, despiertan a Emma, te llevan y esperan contigo “a la fresca” hasta las 3:45 que es cuando por fin aparece el bus. Despedida rápida casi sin poder pensar… ni llorar. Aún en estado de shock por todo lo que te ha pasado te preguntas… “¿Pero qué coño pasa con la gente de Paraguay?” No sólo te han marcado “los actores principales”. Todos “los secundarios” con los que te cruzaste (las dueñas de los puestos del Mercado 4, los camareros, la gente a la que le preguntas por una dirección, etc…), te regalaron una sonrisa, una breve conversación y alguna sorpresa: “Ey… no le hagas una foto a ese monumento… házmela a mi”






 
En Paraguay “no habrá nada que ver” (según con qué lo compares y qué vayas buscando)… pero hay mucho que sentir. Es el país que sin saberlo, inventó el Couchsurfing hace décadas. Es el país de la hospitalidad extrema. Sin contemplaciones. Sin pedir nada a cambio. El país del “hoy por ti” a secas. El país cuyo mayor valor… su mayor encanto y “atracción turística”… es su gente. Días después de irte, sigues “pensando en y hablando con” Mónica que ya es por derecho propio, amiga para toda la vida. Te acuerdas de Rubén, Lucía, Ximena y Benja… y les deseas lo mejor. Sigues en contacto con ellos… y con Karin, con Mabel, con las hermanas del convento…

Aunque hay muchos otros países con increíbles bellezas naturales y monumentos para la posteridad, una serie de malas experiencias “con sus autóctonos” (malas caras, intentos de engaño, frialdad, desdén, etc), pueden llegar a hacer que le cojas manía a todo lo que venga de allí. Sin embargo, encontrar que lo mejor de un país, es su gente… hace que siempre-siempre quieras volver aunque allí… no haya nada que ver. ¿Cuántas veces en la vida serías capaz de repetir viaje para ver las pirámides de Egipto?

En Paraguay “no hay nada que ver”… “sólo” hay mucho que sentir.

Por eso, volverás… Seguro.




Fuente: http://algoquerecordar.com/lugares-paraguay-aqui-hay-nada-que-ver/