Hace más de 25 años, el grupo tocaba por primera vez en Paraguay.
Los mismos fans, junto a otros nuevos, los reencontraron esta madrugada en Kilkenny.
Los mismos fans, junto a otros nuevos, los reencontraron esta madrugada en Kilkenny.
Contradecir a Gardel y Le Pera no es tarea fácil, pero habrá que decir que 20 años (y más)… no es poco (tiempo). Dictadura caída de por medio, cambios generacionales y una era de tecnología han contrastado el panorama social y cultural de este país y el mundo.
Para muestra basta mirar a Deliverans, la banda local que –en setiembre de 1988– no era más que un grupo de amigos de colegio que soñaba con hacer rock… y le habían tomado prestado el nombre al tema del grupo británico que admiraban. (Esto, después de que el vocalista Wayne Hussey les haya firmado en uno de sus cuadernos la frase: ‘Deliverance in Asunción’).
Casi veintiséis años después, el mismo grupo de amigos –con más años y el mismo sueño– teloneaba a sus ídolos del rock, en la misma ciudad y el escenario de sus ídolos. En la prueba de sonido, volvieron a cambiar palabras y les volvieron a firmar la frase… con el simbolismo que representa.
Sólidos, concentrados y con la aprobación de su público, Deliverans abrió el recital con un sonido crudo y potente. Los años ya les habían llevado a compartir escenario con figuras como Soda Stereo, Litto Nebbia y The Cure.
Cerca de las 23:50, la banda de Hussey subía al escenario de Kilkenny con Black cat bone como apertura, un tema de su más reciente producción: The brightest light.
El entusiasmo del público se empezaba a notar, en muchos casos, con la misma ilusión de aquel show que la banda dio en el Yacht y Golf Club, cuando los grandes recitales de bandas internacionales aún eran escasos en el país.
Aquel oscuro Wayne Hussey, esta vez de camisa plateada con negro, iluminaba el centro del escenario en sus matices anaranjados o azules, acompañado del guitarrista Simon Hinkler, el bajista Craig Adams y la más reciente incorporación: el baterista Mike Kelly.
De ahí en más, el repertorio incluyó nuevas canciones, pero también clásicos y hasta versiones.
Con Beyond the pale, Serpents Kiss y Naked and savage, el publico agitaba las cabezas, también bajo la atenta mirada de nuevas generaciones que los empezaban a descubrir en vivo.
Entre tragos de alcohol de por medio, Hussey aprovechaba para bromear sobre los años de ausencia y el paso del tiempo desde aquel concierto a finales de los ’80.
La madrugada del miércoles se revelaba con canciones como The brightest light, Garden of Delight y Severina –acompañado de principio a fin por el público–.
La energía de la guitarra seguía su ritmo con pasajes como el momento pop de Butterfly on a wheel, Everything but the squeal y una celebrada versión de Like a hurricane, de Neil Young.
El rock de The Mission mostraba su lado más duro con Wasteland, para seguir con la fuerza de Swan song, Like a child again y Belief. El himno de Deliverance puso a todos a saltar, en un acto desenfadado y crudamente gótico.
Eran casi las 2 de la madrugada de un día miércoles. Pero poco parecía importar a los cientos de personas que llenaron el local de Carmelitas, en una fiesta de rock bañada de pura nostalgia.
Fuente: ABC
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