EL COURT DEL YACHT FUE ESCENARIO DE UN MOMENTO HISTÓRICO
El
público paraguayo vibró con la voz y el espectáculo ofrecido anoche por
el talentoso músico londinense, quien hizo gala de sus mejores temas
07/03/2013
Y se hizo historia. El gran artista británico, pianista y compositor
mundialmente reconocido como uno de los más exitosos de la historia, Sir
Elton John, se presentó anoche en el court central del Yacht y Golf
Club ante sus ávidos fanáticos que no podían creer el momento que
estaban viviendo. Fue la primera vez. Inolvidable. Una noche mágica.
Única. Irrepetible.
Elton salió al escenario con puntualidad inglesa, a las 21:00. Vestía un impecable saco brillante y pantalones de color negro. Una amplia sonrisa confirmó lo que los medios habían adelantado: estaba ansioso por conocer al público paraguayo. Abrió la noche con The one, acompañado sólo de un piano. La orquesta no lo acompañó a Paraguay. El artista en medio de aplausos saludó en el idioma inglés para decir “estoy muy feliz de estar en este país”.
Y ese mismo público, privilegiado y emocionado, comprendió porqué Elton es Sir Elton, reconocido por la misma Reina Isabel II de Inglaterra, que en 1998 lo nombró caballero por “los servicios prestados a la música y a la caridad”.
Este hombrecito pelirrojo, de contextura normal, que en abril cumplirá 66 años, sentado al piano se transforma en un gigante, en un genio. En un genio capaz de hechizar el aire del court central y hacer que el corazón de cada uno de los presentes se detenga o se acelere, según su voluntad. Su varita es un teclado y su música, una poderosa magia invisible. Su segundo tema Sixty years on reconfirmó su grandeza.
Para los alrededor de mil privilegiados espectadores que asistieron al show, hoy amaneció diferente. Anoche temas como “Rocket man”, “The bitch is back”, “Bennie and the jets”, “Grey seal”, “Levon” y “Tiny dancer” ya no salieron por un parlante, sino que sonaron en vivo desde las cuerdas vocales de este monstruo sagrado.
No hace falta ser un crítico experto, ni un avezado en la música, ni siquiera saber de inglés para reconocer el talento de un artista de los quilates de Elton John. Su arte no tiene códigos ni acertijos complejos: se siente. Basta con cerrar los ojos. Esa música, esa melodía, penetra en el alma.
Esa música también es capaz de detener el tiempo como ocurrió anoche en el Yacht. La despedida de Elton fue el momento en el que el reloj de cada uno de los presentes volvió a funcionar. Todos tomaron conciencia de lo maravilloso que había sido ese momento: único e irrepetible, y se sintieron plenos por haber vivido. Sí habían vivido, habían sentido la vida gracias a Elton John.
Elton salió al escenario con puntualidad inglesa, a las 21:00. Vestía un impecable saco brillante y pantalones de color negro. Una amplia sonrisa confirmó lo que los medios habían adelantado: estaba ansioso por conocer al público paraguayo. Abrió la noche con The one, acompañado sólo de un piano. La orquesta no lo acompañó a Paraguay. El artista en medio de aplausos saludó en el idioma inglés para decir “estoy muy feliz de estar en este país”.
Y ese mismo público, privilegiado y emocionado, comprendió porqué Elton es Sir Elton, reconocido por la misma Reina Isabel II de Inglaterra, que en 1998 lo nombró caballero por “los servicios prestados a la música y a la caridad”.
Este hombrecito pelirrojo, de contextura normal, que en abril cumplirá 66 años, sentado al piano se transforma en un gigante, en un genio. En un genio capaz de hechizar el aire del court central y hacer que el corazón de cada uno de los presentes se detenga o se acelere, según su voluntad. Su varita es un teclado y su música, una poderosa magia invisible. Su segundo tema Sixty years on reconfirmó su grandeza.
Para los alrededor de mil privilegiados espectadores que asistieron al show, hoy amaneció diferente. Anoche temas como “Rocket man”, “The bitch is back”, “Bennie and the jets”, “Grey seal”, “Levon” y “Tiny dancer” ya no salieron por un parlante, sino que sonaron en vivo desde las cuerdas vocales de este monstruo sagrado.
No hace falta ser un crítico experto, ni un avezado en la música, ni siquiera saber de inglés para reconocer el talento de un artista de los quilates de Elton John. Su arte no tiene códigos ni acertijos complejos: se siente. Basta con cerrar los ojos. Esa música, esa melodía, penetra en el alma.
Esa música también es capaz de detener el tiempo como ocurrió anoche en el Yacht. La despedida de Elton fue el momento en el que el reloj de cada uno de los presentes volvió a funcionar. Todos tomaron conciencia de lo maravilloso que había sido ese momento: único e irrepetible, y se sintieron plenos por haber vivido. Sí habían vivido, habían sentido la vida gracias a Elton John.
Fuente: lanación
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