Recientemente, un influyente periodista inglés, Mark Lynas, confesó que sus furibundas campañas contra Monsanto y sus productos Roundup se basaron “en meras leyendas urbanas” sin base científica alguna.
Y últimamente, el presidente Rafael Correa anunció su decisión de trabajar por la legalización de los transgénicos que pueden cuadruplicar la producción de rubros alimenticios, luego de haberlos prohibido taxativamente en la constitución ecuatoriana que en su artículo 15 dice: “Se prohíben las tecnologías y agentes biológicos experimentales nocivos y organismos genéticamente modificados perjudiciales para la salud humana…"
Es decir, apenas a cuatro años de la vigencia de esta prohibición, con rango constitucional, su promotor inicia una cruzada a favor de su uso, reconociendo explícitamente sus ventajas.
Estos tres ejemplos demuestran el peligro que representa para el progreso de las naciones la adopción de preconceptos de base ideológica, cualquiera sea el caso.
En el que nos ocupa, la incorporación de organismos genéticamente modificados, especialmente en rubros de la alimentación, la lucha por impedirla adquirió –y sigue teniendo– proporciones épicas, como si se tratara de una especie de resistencia “revolucionaria y soberana” contra la destrucción del patrimonio genético nacional. Felizmente, la cordura acabó por instalarse en el Gobierno.
Recientemente, el Ministerio de Agricultura y Ganadería aprobó el uso de algunas variedades de maíz OGM y el resultado está a la vista: Con rindes superiores en un 18% a las anteriores, la próxima campaña maicera va a dejar una producción récord de 4,6 millones de toneladas de la gramínea, suficientes para cubrir sobradamente la demanda interna dejando saldos exportables importantes.
Pero el proceso apenas se ha iniciado y está lejos de concluir.
Esto no quiere decir que debamos entregarnos ciegamente a cualquier tecnología de nuevo cuño.
El país dispone de agencias lo suficientemente dotadas de metodologías y personal idóneo para realizar todos los tests necesarios antes de incorporar nuevos eventos OGM. Es lo que se hace en todo el mundo y no debemos ser la excepción.
Pero lo que debemos evitar como un verdadero veneno nocivo es el preconcepto, el prejuicio y los operativos ideológicos sin bases científicas sino meramente emotivas. Eso sólo logrará –como ya lo ha hecho– retrasar procesos que deben llevarnos a nuevos escalones de desarrollo y de incorporación de innovaciones en beneficio directo de la humanidad.
Fuente: 5dias
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