lunes, 7 de enero de 2013

Paraguay: ha llegado la hora de las grandes inversiones en el país




En los más oscuros días de nuestro subdesarrollo, soñábamos con la inversión extranjera y la radicación de capitales. Ningún dinero privado aterrizaba en estas latitudes. 

Todo provenía de organismos internacionales de crédito, como el Grupo del Banco Mundial que en 1963 otorgó, a través de su Asociación Internacional de Fomento, la “sorprendente” suma de US$ 3,6 millones para el desarrollo de la ganadería, dinero muy bienvenido y luego reforzado por otras partidas similares. Pero eso era todo.

Otros organismos (BIRF, BID, CFI, etc.) dieron préstamos para rutas, puertos, un aeropuerto y telefonía, pero en partidas tan limitadas que hoy –incluso deduciendo la depreciación del dólar– moverían a risa. 


El Paraguay está hoy en otra etapa de su vida económica en la que una sola empresa trata de radicar en el país más de US$ 3.500 millones en un emprendimiento industrial capaz de arrastrar un pequeño universo de subsidiarias. 

Pero en lugar de hacer un análisis sereno y equilibrado del proyecto, nos dividimos –como en la época de las cruzadas– entre iluminados y herejes, fieles y apóstatas. 

Rio Tinto Alcan, que de él hablamos, no es ni la panacea universal ni Satanás redivivo. Es un proyecto industrial destinado a producir un impacto en la economía nacional por la masa de su plan de negocios, su demanda interna de empleo y servicios y las inversiones que generará en forma subsidiaria.

Corresponde al Gobierno conducir una negociación que asegure condiciones de equilibrio y de justicia, tanto para inversionistas como para el Estado paraguayo. 


Si Rio Tinto se ajusta al esquema tributario nacional, paga lo que vale la energía eléctrica que nos corresponde de Itaipú o Yacyretá, genera empleo en el marco de nuestra legislación laboral y minimiza posibles daños ambientales, ¿qué habría de demoníaco o antipatriota en este emprendimiento? 

Es hora de emprender con madurez esta nueva etapa de megainversiones que el país necesita urgentemente transitar. Uruguay lo hizo con la pastera Botnia, sosteniendo una dura cuan injusta batalla contra Argentina. Y ganó. Botnia invirtió US$ 1.200 millones y hoy está en plena producción.

Los orientales corrigieron algunos errores y el resultado es la construcción de una segunda planta, Montes del Plata, con un capital de US$ 1.900 millones en la pastera, un puerto de aguas profundas y una central energética. 


Más de 5.000 trabajadores tienen empleo asegurado por varios años en estas obras en marcha y cuando la empresa opere, alrededor de 700 trabajadores tendrán empleo fijo para producir el 2% del PIB anual del Uruguay. ¿Quebraron los uruguayos, se está hundiendo su economía? Tal parece que no. 

Observemos con atención estos ejemplos cercanos de una economía comparable en tamaño. Vale la pena hacerlo para aprender a actuar con tino, inteligencia y sin perder tiempo en las nubes de Úbeda. 

Fuente: 5dias

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