Por Elvira Olmedo Zorrilla
Valeriano Álvarez Ozuna (26), de 25 de Diciembre, San Pedro, recibió
con honores el título de licenciado en ingeniería industrial en Wichita
State University, en el estado de Kansas, Estados Unidos. Su historia no
es un cuento de hadas, porque no hay nada mágico, sino mucha tenacidad,
empeño y ganas de sobresalir. Nos relata él y dos de sus amigas
paraguayas que le conocen y apoyan.
Valeriano Álvarez recordó en la entrevista, vía correo electrónico, que
estudiaba para sus exámenes finales de la escuela a la luz de una vela.
Su mamá preparaba el desayuno a las 5:30 de la mañana mientras le
repetía a él y a sus hermanos: “Estudien, estudien, porque nosotros no
tuvimos esa oportunidad”.Nunca entendió el joven cómo, sin educación
formal, sus padres podían inculcar lo que ningún maestro experimentado
le enseñaría. Recordando esos momentos en su 25 de Diciembre natal,
Valeriano todavía se repite en silencio sin creerlo: “Valeriano Álvarez
Ozuna, de 25 de Diciembre, San Pedro, se recibió con honores con el
título de licenciado en ingeniería industrial en Wichita State
University, en el estado de Kansas, EE.UU.”.
“Los obstáculos no existen. Solo existen los que uno mismo crea”, dice convencido Valeriano.
Cuando él tenía diez años, se puso la meta de tener una vida diferente: “Yo veía películas y quería vivir y estudiar como la gente lo hacía en California o en Nueva York”, indicó.
Preguntaba a quien llegara a su pueblo cómo era Estados Unidos, escuchaba música en inglés y fue el mejor alumno hasta el sexto curso en el colegio 25 de Diciembre. Eso dio frutos con creces, ya que Valeriano fue el único en el grupo de ingeniería industrial que se graduó con honores.
Hijo de Juan Angel Álvarez Martínez y Emiliana Ozuna de Álvarez, Valeriano trabajaba en la carnicería con su papá, mientras sus sueños volaban muy lejos.
Hasta hoy recuerda las palabras de su padre: “Che ningo ndaipotái oiko pendehegui la carnicero jevy. Pe’ê ningo pestudiava’erã oiko haguã pendehegui algo más (yo no quiero que sean carniceros como yo; deben estudiar para ser profesionales en la vida)”. Son palabras que llevó consigo siempre.
Su meta empezó a materializarse cuando llegó a Wichita, Kansas, a estudiar inglés. Luego de pagar su curso y su hospedaje gracias a un padrino alemán, miró los US$ 250 que le quedaron y se preguntó cuánto durarían.
“Yo solo quería estudiar y aprender inglés, pero a medida que visitaba el campus de la Universidad más grande que había visto en toda mi vida, y conocía gente amiga que me explicaba las oportunidades que podría tener, las posibilidades de quedarme parecían más cercanas”, explicó Valeriano.
Esas oportunidades, efectivamente, no tardaron en llegar. Su tesón hizo que del primer nivel de inglés pasara directamente al tercero. De la misma forma, tuvo la oportunidad de reunirse en la Universidad con un comité que escuchó su historia, sus raíces, sus sueños y sus metas. Su integrantes quedaron tan bien impresionados que le otorgaron la ayuda económica que impulsó y posibilitó su estadía como estudiante universitario en Estados Unidos.
Su humildad y perseverancia pagaron con creces cuando un miembro de su iglesia notó su necesidad y le regaló lo que la comunidad paraguaya en Wichita conoce como el “sacapuntas”. Era un auto verde chiquito que lo ayudó a vivir mejor a pesar de las necesidades.
“Vale”, como le conocen sus amigos, comenta que cuando lo recibió salió a festejar con un grupo de amigos. Ese fue mi primer auto, recuerda como hablando de un 0 km.
Pero no todo fue fácil. Por épocas trabajaba sesenta horas por semana, tomaba clases y buscaba lugares donde vivir. “Algunos fines de semana tenía que dormir en el sacapuntas porque llegaba muy tarde de trabajar, y como no era mi casa, no tenía llave”, recordó Valeriano.
“Nunca quise ser una molestia para quienes me ayudaban. El momento más difícil, sin embargo, llegó hace un poco más de un año, cuando su padre, su mayor influencia y ejemplo a seguir, falleció.
“No pude despedirme de él”, dice Valeriano. No tenía cómo venir al Paraguay, ni cómo volver. Su sueño como hijo agradecido era entregar su título de ingeniero a su papá. “Yo sé que desde donde él esté, estará muy orgulloso de mí”, expresó.
El joven sobresaliente dedica su título a su familia, especialmente a su papá y a su mamá; a sus hermanos María Angélica, Rubén Darío y Milciades Ramón Álvarez; a sus sobrinos y a todos los amigos que conoció en Wichita y Paraguay, quienes creyeron en él y lo apoyaron.
A todo los “Valerianos” de 10 años les dice que nunca se cansen de soñar ni de luchar por sus sueños. Va a ser sacrificado, pero uno logra lo que se propone estando enfocado y trabajando para llegar a su objetivo con mucha determinación, esfuerzo y sacrificio”, refirió.
Cecilia Martínez, quien está haciendo el máster en Wichita, desarrolla un proyecto en Asunción llamado “proyecto biblioteca”. Ella, motivada por su historia, decidió que la recolección de libros de este año sea donada a la escuela 25 de Diciembre en su nombre y de donde se graduó como mejor egresado, porque así como él, muchos “Valerianos” están estudiando en las escuelas y merecen una mejor calidad de educación.
Ahora Valeriano ha recibido una oferta de trabajo de una empresa farmacéutica, que le va a pagar el máster completo. Esto es un sueño para él y su familia. Pero su sueño está en Paraguay: quiere volver, para hacer realidad grandes cosas.
“Hoy, 5 años después de su viaje a los Estados Unidos, se ha graduado con honores en ingeniería industrial. Su felicidad es la felicidad de todos sus amigos, quienes lo aman por su humildad, tenacidad y sentido del compromiso. Una persona de pocas palabras, entre un perfecto guaraní y un español mal hablado”, afirman sus amigas paraguayas.
Sueño hecho realidad
Bettina Idoyaga, una amiga compatriota, cuenta que se enteró en su viaje de vacaciones en Paraguay que cuando Valeriano recibía su título, hace unos meses, su mamá vino de 25 de Diciembre a Asunción para poder ver la graduación por internet. Cuando la mamá lo vio recibir su título, abrazaba la computadora, besaba el monitor y lloraba, orgullosa de su hijo.
Era aquel adolescente a quien levantaba a las 4 y media de la madrugada, prendía una vela para que a la luz de la misma pudiera estudiar antes de ir al colegio. No podía creer la señora que su hijo recibía con honores el título de licenciado en ingeniería industrial en Wichita State University, de Kansas, EE.UU.
“Los obstáculos no existen. Solo existen los que uno mismo crea”, dice convencido Valeriano.
Cuando él tenía diez años, se puso la meta de tener una vida diferente: “Yo veía películas y quería vivir y estudiar como la gente lo hacía en California o en Nueva York”, indicó.
Preguntaba a quien llegara a su pueblo cómo era Estados Unidos, escuchaba música en inglés y fue el mejor alumno hasta el sexto curso en el colegio 25 de Diciembre. Eso dio frutos con creces, ya que Valeriano fue el único en el grupo de ingeniería industrial que se graduó con honores.
Hijo de Juan Angel Álvarez Martínez y Emiliana Ozuna de Álvarez, Valeriano trabajaba en la carnicería con su papá, mientras sus sueños volaban muy lejos.
Hasta hoy recuerda las palabras de su padre: “Che ningo ndaipotái oiko pendehegui la carnicero jevy. Pe’ê ningo pestudiava’erã oiko haguã pendehegui algo más (yo no quiero que sean carniceros como yo; deben estudiar para ser profesionales en la vida)”. Son palabras que llevó consigo siempre.
Su meta empezó a materializarse cuando llegó a Wichita, Kansas, a estudiar inglés. Luego de pagar su curso y su hospedaje gracias a un padrino alemán, miró los US$ 250 que le quedaron y se preguntó cuánto durarían.
“Yo solo quería estudiar y aprender inglés, pero a medida que visitaba el campus de la Universidad más grande que había visto en toda mi vida, y conocía gente amiga que me explicaba las oportunidades que podría tener, las posibilidades de quedarme parecían más cercanas”, explicó Valeriano.
Esas oportunidades, efectivamente, no tardaron en llegar. Su tesón hizo que del primer nivel de inglés pasara directamente al tercero. De la misma forma, tuvo la oportunidad de reunirse en la Universidad con un comité que escuchó su historia, sus raíces, sus sueños y sus metas. Su integrantes quedaron tan bien impresionados que le otorgaron la ayuda económica que impulsó y posibilitó su estadía como estudiante universitario en Estados Unidos.
Su humildad y perseverancia pagaron con creces cuando un miembro de su iglesia notó su necesidad y le regaló lo que la comunidad paraguaya en Wichita conoce como el “sacapuntas”. Era un auto verde chiquito que lo ayudó a vivir mejor a pesar de las necesidades.
“Vale”, como le conocen sus amigos, comenta que cuando lo recibió salió a festejar con un grupo de amigos. Ese fue mi primer auto, recuerda como hablando de un 0 km.
Pero no todo fue fácil. Por épocas trabajaba sesenta horas por semana, tomaba clases y buscaba lugares donde vivir. “Algunos fines de semana tenía que dormir en el sacapuntas porque llegaba muy tarde de trabajar, y como no era mi casa, no tenía llave”, recordó Valeriano.
“Nunca quise ser una molestia para quienes me ayudaban. El momento más difícil, sin embargo, llegó hace un poco más de un año, cuando su padre, su mayor influencia y ejemplo a seguir, falleció.
“No pude despedirme de él”, dice Valeriano. No tenía cómo venir al Paraguay, ni cómo volver. Su sueño como hijo agradecido era entregar su título de ingeniero a su papá. “Yo sé que desde donde él esté, estará muy orgulloso de mí”, expresó.
El joven sobresaliente dedica su título a su familia, especialmente a su papá y a su mamá; a sus hermanos María Angélica, Rubén Darío y Milciades Ramón Álvarez; a sus sobrinos y a todos los amigos que conoció en Wichita y Paraguay, quienes creyeron en él y lo apoyaron.
A todo los “Valerianos” de 10 años les dice que nunca se cansen de soñar ni de luchar por sus sueños. Va a ser sacrificado, pero uno logra lo que se propone estando enfocado y trabajando para llegar a su objetivo con mucha determinación, esfuerzo y sacrificio”, refirió.
Cecilia Martínez, quien está haciendo el máster en Wichita, desarrolla un proyecto en Asunción llamado “proyecto biblioteca”. Ella, motivada por su historia, decidió que la recolección de libros de este año sea donada a la escuela 25 de Diciembre en su nombre y de donde se graduó como mejor egresado, porque así como él, muchos “Valerianos” están estudiando en las escuelas y merecen una mejor calidad de educación.
Ahora Valeriano ha recibido una oferta de trabajo de una empresa farmacéutica, que le va a pagar el máster completo. Esto es un sueño para él y su familia. Pero su sueño está en Paraguay: quiere volver, para hacer realidad grandes cosas.
“Hoy, 5 años después de su viaje a los Estados Unidos, se ha graduado con honores en ingeniería industrial. Su felicidad es la felicidad de todos sus amigos, quienes lo aman por su humildad, tenacidad y sentido del compromiso. Una persona de pocas palabras, entre un perfecto guaraní y un español mal hablado”, afirman sus amigas paraguayas.
Sueño hecho realidad
Bettina Idoyaga, una amiga compatriota, cuenta que se enteró en su viaje de vacaciones en Paraguay que cuando Valeriano recibía su título, hace unos meses, su mamá vino de 25 de Diciembre a Asunción para poder ver la graduación por internet. Cuando la mamá lo vio recibir su título, abrazaba la computadora, besaba el monitor y lloraba, orgullosa de su hijo.
Era aquel adolescente a quien levantaba a las 4 y media de la madrugada, prendía una vela para que a la luz de la misma pudiera estudiar antes de ir al colegio. No podía creer la señora que su hijo recibía con honores el título de licenciado en ingeniería industrial en Wichita State University, de Kansas, EE.UU.
Fuente: ABC
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