*Lucas Arce
larce@cadep.org.py
En 1974, la revista Popular Mechanics de Estados Unidos consideró a la construcción de la represa de Itaipú como una “labor de Hércules”, una de las obras hidráulicas más impresionantes que el hombre haya realizado. Con 14.000 MW de potencia instalada, Itaipú es, actualmente, la usina hidroeléctrica más grande del mundo en generación de energía. Suministra el 16,4% de la energía consumida en Brasil y abastece el 71,3% del consumo paraguayo, según datos de la misma hidroeléctrica. Durante 2010, Itaipú produjo 85,97 millones de MWh, lo suficiente para abastecer la demanda de energía eléctrica de un país del tamaño de Portugal por un año y ocho meses.
Sin embargo, este potencial productivo no ha sido plenamente aprovechado. Hasta ahora, las discusiones sobre el uso del potencial hidroeléctrico del país se han centrado en la exportación de la energía y la distribución de sus beneficios económicos. Por una parte, existen argumentos que plantean el aumento de los royalties y compensaciones que los municipios y gobernaciones reciben por la exportación de energía. Por otra parte, existen reclamos para la utilización de estos recursos en forma de beneficios sociales para los más vulnerables.
Si bien válidos en el corto plazo, estos argumentos no toman en cuenta un aspecto fundamental del modelo de crecimiento en base a la exportación de energía hidroeléctrica: esta depende de la abundancia de la hidroelectricidad. Una abundancia que se acabará en el mediano plazo. Solo teniendo en cuenta el crecimiento vegetativo de la demanda de energía (alrededor del 5% anual entre el 2000 y el 2010), se proyecta que la demanda nacional de energía sobrepasaría a la oferta en el año 2040. Aún sumando otros potenciales proyectos de generación de energía hidroeléctrica, como el de Corpus, la abundancia se prolongaría hasta 2050.
En cambio, si además tomásemos en cuenta la posible instalación de empresas electrointensivas, este plazo de tiempo se reduciría considerablemente. Por ejemplo, cada emprendimiento del tamaño de la planta de aluminio proyectada por Río Tinto Alcan (la cual, según la Presidencia de la Nación, requeriría de una potencia de 800 a 1000 MW para funcionar) restaría unos 5 años a esta proyección.
Entonces, el dilema de la utilización de los recursos hidroeléctricos se convierte en una carrera contra el tiempo para crear bases de desarrollo económico antes del fin de la abundancia. La energía en sí misma debe ser considerada el recurso estratégico más preciado para crear mejoras productivas en el país. En esta visión, la abundancia de energía sería uno de los principales atractivos que permitiría la atracción de emprendedores nacionales y extranjeros con el objetivo de agregar valor a la producción nacional, generar nuevos puestos de trabajo con mayor nivel de calificación, e innovar en los negocios del país, redundando en mayor bienestar para la población.
Para dar este paso, Paraguay precisa de infraestructura portuaria, interconexiones viales entre las diferentes regiones del país, una mejora en los niveles educativos y en la salud pública de la población, que permita hacer un salto productivo en la generación próxima, de modo tal de aprovechar el actual bonus demográfico (mayor cantidad de personas jóvenes en edad de trabajar) además de las favorables condiciones de la demanda de materias primas, las cuales parecen mantenerse relativamente constantes en la medida que los países de Asia conserven altas tasas de crecimiento. En este contexto, las regalías provenientes de la exportación de electricidad podrían servir como un “fondo semilla” para llevar adelante reformas estructurales más ambiciosas hacia el desarrollo de la industria nacional. El proyecto Fondo de Desarrollo Económico y Social (Fondes), con hincapié en la infraestructura y la mejora de la salud, educación y nutrición de la población joven, podría convertirse en el puntapié inicial de este proceso.
A pesar de las necesidades del país en el corto plazo, debería dejar de considerarse a la hidroelectricidad como un commodity exportable, y comenzar a considerarla como uno de los principales recursos para el establecimiento de una base empresarial basada en una energía limpia, barata y renovable. Así como la construcción de Itaipú lo fue en su momento, el apropiado aprovechamiento de la energía hidroeléctrica aparece como la nueva “labor de Hércules” que tiene el Paraguay de hoy.
* Especialista del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP). Máster en Relaciones Económicas Internacionales por FLACSO-Argentina y la Universidad de San Andrés en cooperación con la Universidad de Barcelona.
Fuente: 5días
larce@cadep.org.py
En 1974, la revista Popular Mechanics de Estados Unidos consideró a la construcción de la represa de Itaipú como una “labor de Hércules”, una de las obras hidráulicas más impresionantes que el hombre haya realizado. Con 14.000 MW de potencia instalada, Itaipú es, actualmente, la usina hidroeléctrica más grande del mundo en generación de energía. Suministra el 16,4% de la energía consumida en Brasil y abastece el 71,3% del consumo paraguayo, según datos de la misma hidroeléctrica. Durante 2010, Itaipú produjo 85,97 millones de MWh, lo suficiente para abastecer la demanda de energía eléctrica de un país del tamaño de Portugal por un año y ocho meses.
Sin embargo, este potencial productivo no ha sido plenamente aprovechado. Hasta ahora, las discusiones sobre el uso del potencial hidroeléctrico del país se han centrado en la exportación de la energía y la distribución de sus beneficios económicos. Por una parte, existen argumentos que plantean el aumento de los royalties y compensaciones que los municipios y gobernaciones reciben por la exportación de energía. Por otra parte, existen reclamos para la utilización de estos recursos en forma de beneficios sociales para los más vulnerables.
Si bien válidos en el corto plazo, estos argumentos no toman en cuenta un aspecto fundamental del modelo de crecimiento en base a la exportación de energía hidroeléctrica: esta depende de la abundancia de la hidroelectricidad. Una abundancia que se acabará en el mediano plazo. Solo teniendo en cuenta el crecimiento vegetativo de la demanda de energía (alrededor del 5% anual entre el 2000 y el 2010), se proyecta que la demanda nacional de energía sobrepasaría a la oferta en el año 2040. Aún sumando otros potenciales proyectos de generación de energía hidroeléctrica, como el de Corpus, la abundancia se prolongaría hasta 2050.
En cambio, si además tomásemos en cuenta la posible instalación de empresas electrointensivas, este plazo de tiempo se reduciría considerablemente. Por ejemplo, cada emprendimiento del tamaño de la planta de aluminio proyectada por Río Tinto Alcan (la cual, según la Presidencia de la Nación, requeriría de una potencia de 800 a 1000 MW para funcionar) restaría unos 5 años a esta proyección.
Entonces, el dilema de la utilización de los recursos hidroeléctricos se convierte en una carrera contra el tiempo para crear bases de desarrollo económico antes del fin de la abundancia. La energía en sí misma debe ser considerada el recurso estratégico más preciado para crear mejoras productivas en el país. En esta visión, la abundancia de energía sería uno de los principales atractivos que permitiría la atracción de emprendedores nacionales y extranjeros con el objetivo de agregar valor a la producción nacional, generar nuevos puestos de trabajo con mayor nivel de calificación, e innovar en los negocios del país, redundando en mayor bienestar para la población.
Para dar este paso, Paraguay precisa de infraestructura portuaria, interconexiones viales entre las diferentes regiones del país, una mejora en los niveles educativos y en la salud pública de la población, que permita hacer un salto productivo en la generación próxima, de modo tal de aprovechar el actual bonus demográfico (mayor cantidad de personas jóvenes en edad de trabajar) además de las favorables condiciones de la demanda de materias primas, las cuales parecen mantenerse relativamente constantes en la medida que los países de Asia conserven altas tasas de crecimiento. En este contexto, las regalías provenientes de la exportación de electricidad podrían servir como un “fondo semilla” para llevar adelante reformas estructurales más ambiciosas hacia el desarrollo de la industria nacional. El proyecto Fondo de Desarrollo Económico y Social (Fondes), con hincapié en la infraestructura y la mejora de la salud, educación y nutrición de la población joven, podría convertirse en el puntapié inicial de este proceso.
A pesar de las necesidades del país en el corto plazo, debería dejar de considerarse a la hidroelectricidad como un commodity exportable, y comenzar a considerarla como uno de los principales recursos para el establecimiento de una base empresarial basada en una energía limpia, barata y renovable. Así como la construcción de Itaipú lo fue en su momento, el apropiado aprovechamiento de la energía hidroeléctrica aparece como la nueva “labor de Hércules” que tiene el Paraguay de hoy.
* Especialista del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP). Máster en Relaciones Económicas Internacionales por FLACSO-Argentina y la Universidad de San Andrés en cooperación con la Universidad de Barcelona.
Fuente: 5días
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